MI
ESTACIÓN…
Es verano, esa estación sin tiempo ni
espacio en la que mi casa tiene por tejado el cielo de azul cielo y mi suelo es
tierra con sal marina y hierba que se esfuerza en seguir creciendo a pesar de
recibir el peso de mis pasos.
Es verano y las tertulias se adentran en
las madrugadas para regalarme frescura que arropa los abrazos de palabras
suspendidas, de helados conquistados por todas las cucharas de los comensales
que no quieren dejar de probar la exquisitez que ofrece cada miembro del círculo.
Es verano y el deseo de aventura revolotea
en esa mariposa blanca que me regala un punto de giro cuando sus alas alientan al
trébol para convertirlo en suerte de cuatro hojas.
Es verano y las burbujas se arrastran en mi
piel y mucosas para que no me olvide de las olas que juegan a llegar y a partir
logrando que salte investida de su fuerza.
Es verano y saboreo a “mis queridos seres”
agradecida de sonrisas y barcas, de dulces musicales que se cuentan y
encuentran.
Es verano y el reloj se esconde para dar
paso a los dueños del tiempo que casi nunca se encuentran pero que no pueden
entenderse sin sus respectivas existencias: sol y luna marcan los ritmos de la
libertad que quiero que me domine.
Es verano y algunos sueños se escapan, las
cadenas y condenas emocionales amenazan con esas tormentas que en esta época
consiguen asustarnos. De pronto quieres ser la mariposa de giros espectaculares
que la llevarán a ser descubridora de la suerte en verde… porque es verano y
toca moverse como las burbujas de olas omnipresentes, ahuyentando rutinas de modos
y formas estáticos que intentan convertir a mi preciadísimo verano en invierno.
Es verano y el amor vigoroso bajo Cielo y
Tierra se alimenta de sorbetes de conversaciones, de satélites, de estrellas
enormes y diminutas, de brisas, de versos y cuentos, de escenas de realismo
mágico.
Es verano y, desnuda de disfraces pero
plena de las riquezas de mi estación, me aventuro en ese tren en el que otro
guión es posible.
¡Iupiiiii!