lunes, 2 de julio de 2012

LA ESTATURA PERFECTA

Hola a todos:
 Os traigo una nueva historia, conoceréis a mi pinche: Aroma.
Animaros  a pintar la escena,  a comentar, decir, hablar, murmurar en este blog todo lo que este cuento os sugiera...


         LA ESTATURA PERFECTA

-          - Buscando un pinche para mi cocina, me han dicho que hablara contigo, ¿Aroma te llamas, verdad?, pero no te hagas ilusiones, mi cocina es  muy difícil de entender…
-          - Dame una oportunidad, sé que son cuentos con vitaminas.
-         -  ¿Has hecho alguna vez algo parecido?
-         -  No, pero puedo aprender, en serio.
-          - ¿Y qué crees que puedes aportar a una cocina tan especial?
-         -  La verdad es que cuando tenía siete años me ocurrió algo,  ya sabes, complicado para mí…

 Era muy chiquitita para mi edad y mis padres me llevaron al médico. El doctor dijo que necesitaba vitamina D, comer alimentos con calcio y tomar el sol.
Mi perro se llamaba Marfil, éramos inseparables. Sin embargo, desapareció durante toda la tarde. Al día siguiente, cuando me desperté, lo vi desde la ventana. Junto al árbol preferido de mi perro, sobresalía  la mitad de un hueso grande enterrado. A partir de entonces, Marfil cuidó del hueso;  lo regaba y lo dejaba secar al sol. Yo no entendía nada. Comencé a notar que las almendras y avellanas que me traía mi abuela (muy ricas en calcio) desaparecían por arte de magia. Y un domingo después de muchos fines de semana, salí al jardín: No me apetecía nada porque los niños vecinos se peleaban muy a menudo, pero, necesitaba averiguar de cerca lo que Marfil hacía con su hueso.
Y lo vi. Junto al hueso estaban todos los frutos secos perdidos. Menudo ataque de risa me entró .Sin embargo,  gritos,  piedras y ramas rotas me llovieron de pronto. Los chicos del jardín ya habían organizado una de las suyas.
-          ¡Aroma!, tu chucho nos ha robado las gominotas  que guardábamos en la cabaña. No te hagas la mosquita muerta, seguro que eran para ti.
-          No, no sé, no creo, él no hace esas cosas- dije mirándoles arribota, porque eran enormes.
-          Ven a comprobarlo- me dijeron.
La cabaña estaba destrozada y en cuento entré, lo supe.
-          Ratones- dije,- son ratones.
-          ¿Y por qué?
-          Lo huelo- y noté cómo me miraron como a una pequeñaza que no tiene ni repajolera idea de nada...

El doctor dijo que en ese mes había crecido un centímetro, no estaba mal, pero tenía que seguir con el tratamiento, tomando aún más el sol  y recibiendo besos y abrazos  de todos. No quería volver a encontrarme con la banda de gigantes mal educados, pero tenía que tomar el sol. Así fue como desde el jardín  pude observan aún mejor los tejemaneques de Marfil: pegaba lametazos al hueso, besos, abrazos, más frutos secos, limpieza, sol, cariños, riego…

-          Tenías razón, hemos cazado ya siete ratones- me comunicó muy serio el jefe de la banda.

Y desde entonces, cuando pasaba algo, venían a pedirme que husmease, como si yo    fuera un perro. Era bastante buena: descubrí como  un par de mofetas visitaban su cabaña, mi olfato no fallaba. Hasta comencé a usarlo en la cocina con mamá y así me volvieron poco a poco las ganas de comer, con la canela, el perejil, la albahaca, vainilla, chocolates raros…todo olía delicioso.
Pasaron los meses y una mañana, Marfil entró contento a despertarme. Movía el rabo y daba saltitos. Mordió la manga de mi pijama y me llevó corriendo al jardín. Y me di de bruces con aquello.
“¿Cómo? ¿Cócocomooo podía  ser que el hueso  hubiera crecido?”, me dije. Marfil no paraba de saltar. La idea no se me iba de la cabeza, ¿para qué podría servir aquel palo en medio del  jardín? Y siguió creciendo durante todo el año, después se estancó.
Entonces lo supe, era un  mástil perfecto, el mástil que sujetaría la bandera de la paz de nuestro jardín.  Seguí husmeando por aquí y por allá mientras jugaba con los chicos, y las pocas  peleas que había, terminaban junto a la bandera que nuestro querido hueso sujetaba con orgullo.
¡Ah! También continué creciendo hasta que un día dejé de hacerlo. Como el hueso de Marfil conseguí la altura perfecta. La mía, genial.

-         -  Me has convencido, Aroma, quiero que seas mi pinche, tú sí que sabes de olores.
-          - Será un placer, Chef Karamelo Von Appetite.

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