domingo, 12 de octubre de 2014

ÉBOLA: LA VIRULENCIA DEL AMOR



EL CHEF KARAMELO ENVÍA ESTA CARTA CON VITAMINA "A" (AMOR)...



Querido virus del Ébola:

No sabes el ejercicio de humildad que supone esta carta. Soy médico por vocación, así que, tal vez me consideres tu enemigo.
No, no te preocupes. No voy a ponerme una medalla porque piense que en este momento tengo que hacer como profesional lo imposible para eliminarte. Desde hace tiempo, considero que soy quien ayuda a las personas a que se curen, pero la curación, querido Ébola, es el triunfo más o menos compartido, de cada ser humano que logra ver la enfermedad como el mejor camino que se nos aparece para aprender a vivir. Los que acompañamos los procesos de salud y enfermedad deberíamos recordarnos que no solo hacen falta fármacos y medidas terapéuticas para conseguir la curación, si no que somos un cuerpo físico, psíquico, social y espiritual que precisa la afinación de todas las partes para lograr el bienestar del todo.
Elegiste a personas humildes para darte a conocer, comenzaste a mostrar tu poder en ese precioso continente olvidado y, poco a poco, como si hubieras hecho un master en comunicaciones, consigues burlar los escudos protectores de la ciencia y te presentas, con tus mejores galas, para levantar las masas de la tierra.
Tal vez, tan hermosamente minúsculo e imprevisible, quieres desbancar a laboratorios, presidentes, ricos, pobres, simpáticos, torpes, listos, hambrientos… pero sobre todo, has retado a la gran enfermedad que sufrimos en los países del Norte: la necesidad de control. Contigo en nuestros territorios, nos sentimos vulnerables ya que nos muestras con crueldad la finitud de nuestra existencia y, aunque nos creíamos los reyes del bienestar, tú nos lo puedes robar con dolor y sufrimiento.
No voy a culparte por las víctimas que eliges, tú sabrás por qué. Pero estoy convencida de que estarás orgulloso de tu condición virulenta, que celebras esta semana con el primer caso por ti conquistado en Europa. Eres grande, realmente novedoso y has conseguido estar por encima de tantos titulares que mantenían a España entretenida.
Pero te falla algo, querido Ébola. Al tocar las puertas del Norte no solo has sembrado el pánico en cada persona, sino que has abierto el camino de tu posible fin; ahora ya no habrá escusas ni dilemas sobre qué merece la pena ser estudiado con mayor urgencia para el bien de la humanidad. Has actuado con equidad pues para ti, todos somos iguales; pero para este Mundo que has decidido conquistar, no. ¡Qué gran lección, querido virus, al considerarnos a todos semejantes! No quedará más remedio que actuar como tú lo has hecho y tratar a esta enfermedad que arrasa a mi querida África, con la justicia con la que tú nos ves a todos.
Pero además, recuerda que también algunos te han vencido y, poco a poco, se irán sumando más porque, aunque desatas deseos de venganza, has conseguido algo de un valor incalculable. Con la fuerza que nos quieres mostrar, querido Ébola, el amor que forma parte de los que se dedican a cuidar y ayudar a tus conquistas, el amor de quienes se sienten prójimos de cada ser humano que sufre tu presencia, el amor que es la única energía que mueve la vida, se ha multiplicado con más virulencia de la que tú y tu ejército conseguiréis jamás. Y esa energía que nos hace latir y con la que tú quieres acabar, nunca muere porque, con cada caído, se multiplica. 
Querido Ébola, ojalá pronto descanses en paz. Por mi parte, no te contemplo como un enemigo, sino como el diminuto presagio de un gran avance para la humanidad.