martes, 23 de diciembre de 2014

MAR DE NAVIDAD










El Chef Karamelo os regala un cuento de Navidad con vitamina "A" (AMOR)  necesaria para una adecuada visión, evitar el envejecimiento y especialmente útil en épocas de reproducción y lactancia:



Qué sorpresa que comenzara a manifestarse por dentro precoz, al contrario de lo que suele suceder, que primero te avasalla por fuera y en el mejor de los casos, algo resuena. Música interpretada con alma de niño y la luna maravillosa que te transporta por cráteres apasionados en nuestra Gran Vía madrileña, me invitaban a plegar velas y dejarme llevar por el apacible mar Navideño.
Pero al descubrir Belén a la vista, la conciencia de la vida cotidiana me supera. Allí está el poderoso tras las murallas del castillo con su arma invisible, capaz de aniquilar al niño de cada ser humano. Menos mal que cerca, el caganer, abona la tierra de auténtica creatividad. 
Cuánta oveja sin pastor, pastores que son cabras y rebaños que no se saben conformados por seres únicos e irrepetibles. Junto a ellos el ángel anunciador que tal vez escuche mejor el conejo que las coge al vuelo, el burro enfermo, la gallina sobre el huevo, el salmón contra corriente, el harto carnero invadido de parásitos o el cerdo que come para que otros también lo hagan. Pero, ¿es lo que parece o hay quien va disfrazado?
Una abuela saca agua del pozo para dar de beber a cientos de niños, que saciados, rompen a cantar. Muy cerca la alfarera, el herrero, curtidores, panaderas de todas las nacionalidades. Algunos tuvieron que cerrar sus casetas mientras otras parece que se elevan como si albergaran estructuras sumergidas. 
A lo lejos vienen los Reyes, y mis dudas sobre su autenticidad como cuando era niña se disparan, con lo que adoro a esos seres sabios que siguen la estrella y encuentran el tesoro. Menos mal que al portal y a mi casa solo llegarán los verdaderos, me repito mientras siento sus presentes conmigo.
Observo al caminante que recorre los senderos y sobrevive gracias a los afectos que atesora calientes en su mochila, a pesar de las piedras que se le cuelan en su alpargata.
Mi barca surca los copos del Belén para divisar el portal con José y María, sobre los que hoy llovería un aluvión de juicios de los que se retrasmiten con éxito en un capítulo de los Simpsons. Si son los padres perfectos para preparar el hogar del mejor alumbramiento. Ese hogar que no entiende de artificios que distorsionen el sentido de la existencia.
La corriente me lleva al pesebre, bajo de mi barca y le miro a los ojos, su luz empapa. El niño me abraza y en ese gesto recibo el abrazo que regala a todos los seres de la tierra, es un abrazo del color que cada uno precisa.
Mi barca se deja llevar por un mar chispeante y acepto los encuentros que las olas dispongan: barcas, manuscritos, ovejas, pastores, tinta, caminantes, gallo, liebre, grillo, pulidores, hijas, luna, pintor, niños, cantantes, Reyes, pajes, pozo, roca, ángel, vidas… lucen ahora una tonalidad divina que colorea mis velas plegadas.