El chef Karamelo os ofrece la vitamina " ?" fundamental para cuestionar la realidad...
EL ARTE DE MENTIR
EL ARTE DE MENTIR
Hoy es ese día en el que me gustaría dar
un golpe de grado, sí, no os asustéis, soy enemiga de los golpes de estado y de
todas aquellas manifestaciones que defiendan el uso de la violencia. Por eso,
con este golpe con la fuerza de la palabra declaro mi peculiar batalla a la
mentira.
No, no voy a ir de sincera, aunque ahora lo estoy siendo, por supuesto que he mentido, miento y lo seguiré haciendo, a saber. Mi reacción
no es fruto de la más ingenua incomprensión ni de la toma de posturas extremas.
¡Qué va! Me puede mi humilde genio, que a pesar de sus imperfecciones, desea
que los humanos, como elementos del universo, entren en esas órbitas de cambio
climático relacional para que la especie evolucione hacia ese estado de
equilibrio.
Hay tal variedad de mentiras que al
tratar de enumerarlas me asusta no poder encontrar un final, será que la mentira tiene las
patas muy largas.
Comencemos por las mentiras leales, aquellas
que sueltas por pura fidelidad a la persona que las va escuchar, la pobre, no
se merece saber que estás pasando por un mal momento.
Mentiras constructoras de autoestimas
propias y ajenas, para no hundir más en la miseria a quien es conocedor de sus
defectos, con un sí, pero no, acompañado de cargas gestuales que dibujan el
tamaño de semejante mentira.
Las mentiras inteligentes y
sobresalientes, existen por el gusto del brillo intelectual, para ser más y
mejor, cueste lo que cueste y caigan quien caída.
Las mentiras dulces son perdonadas con
gusto y agradecimiento, después de todo, no siempre uno es elegido para un fin
delicioso.
Las mentiras preciadas habladas,
dormidas, trabajadas, lo que sea, querid@ si me sigues llenando las arcas.
Mentiras trabajadas, para mutuas, seguros
de coches y demás entidades potencialmente generadoras de un bien económico por
daño, porque se puede trabajar o no trabajar, depende de cómo se saque más.
Las mentiras filiales, son poderosas y a
más de un padre o madre, le han ahorrado un buen infarto. Tienen su razón de
ser, si no lo van a entender, si vamos a tener aún más problemas, si ojos que
no ven corazón que no siente.
Las mentiras de madrastra típicas de l@s
ex que no soportan ese segundo o último plano y quieren a toda costa mantenerse
en la palestra. Ell@s ofrecerán esa manzana envenenada, jurándote lealtad
eterna, y por los viejos tiempos la morderás y el castigo será el de ese sueño
profundo que trae la fruta castradora que impide que eleves tu vuelo. “¿Dónde
te crees que vas maj@, si siempre serás “mi ex”?”, te mienten descaradamente.
Las mentiras perrunas, son las que se
enseñan a fuerza de adiestramiento, de hecho no se es consciente de que lo son
porque no se cuestionan jamás, que si no vienen los palos y más adiestramientos.
No, mejor la malo conocido que lo bueno por conocer.
Las mentiras pasadas por agua, no
hay que ser muy hábil para pillarlas, porque el huevo ni está crudo ni está
cocido y eso, se nota. Tratas de contentar a la pureza que simboliza la cocción
más perfecta, y a la flexibilidad que da un buen huevo con su clara y yema aún
sin mezclar. Son las mentiras a dos bandas, altamente peligrosas sobre todo si
el que las genera, no ha elegido bien, en caso de fracaso, a quién prefería
contentar. Puede ser un verdadero desastre al perder credibilidad por partida doble.
La mentiras de Pandora que es mejor no
abrir porque pueden causar efectos devastadores cuando se descubren a
destiempo.
Las mentiras fotogénicas precisan una
foto para que el mundo se caiga rendido a la falsedad, nada como inmortalizar
una “buena mentida”, si es con sonrisa o mueca, según el fin que se persiga,
mejor.
Las mentiras psicóticas son las que sacan
de la realidad al diseñador de tan majestuoso proyecto y a su víctima, son como
una película de Almodóvar, que siempre piensas que no son reales y por eso
mismo, un día descubres que la realidad siempre supera a la ficción, y que lo
que comenzó no siendo cierto, es tan tangible como la nariz de Pinocho.
Las mentiras neuronales son las que
amenazan con producir terribles cortocircuitos en tu cabeza, surgen para anular
los efluvios del corazón, porque no pueden ser ciertos y carecen de toda
lógica. Son las que construyes cuando un buen día descubres que el objeto de tu
deseo ya no es el/la de siempre y crees que estas mentiras acobardarán a ese
corazón desbocado.
Las mentiras sobre ruedas, van solas, por
pares, por tríos, juntas, no se pueden parar, aunque tratas de ser discreto
para no mentir a quien se supone le has dicho que le quieres, no está bien que
sepa que tienes una relación de tantos años con el padre-madre de tus hijos.
Porque si mañana o la semana que viene, ya no es tan evidente tu situación aún
no mencionada, es mejor alargar el rodaje de la mentira que puede llegar a ser
pasada por agua (ya comentada); Y si no, ya sabes lo que puede pasar como tomes el camino de la verdad, ¿quién
soporta la mentira madrastra? Algún mentiroso de vocación, que no faltan.
Las mentiras del ego precisan su dosis
diaria para mantenerse en pie, vacío de la satisfacción de ser, nunca se sacia,
porque el buen parecer nunca se alcanza.
Las mentiras que tiemblan, se quiebran
fácilmente pero son poderosas como el miedo que las nutre, lo que sea, como sea,
para no soportar la incertidumbre de quienes creemos grandes monstruos aunque
naden en mentiras.
Las mentiras mercuriales suelen ir
protegidas, amenazan con romperse y por eso, nadie quiere calentarlas no vaya
a ser que exploten.
La mentiras genéticas, incuestionables,
justificadas, vienen dadas y hay que ser demasiado osado para romperlas. ¿Quién
es el valiente que va en contra de las leyes de la naturaleza? Si esto lo decía
mi abuela, mi tía, mi madre, ¡no se hable más!
Las mentiras difuntas, esas que inventan
los buitres que cada vez saben más de leyes y de trampas.
La mentiras aromáticas son deliciosas,
estimulan tus sentidos y terminas por adorarlas porque son capaces de hacerte
olvidar que son pura falsedad de estímulos.
Las mentiras culinarias con amañados ingredientes o sabores, a quién le importan los medios cuando el fin es
deliciosamente nutritivo, mucho cuidado con ellas porque a veces son incluso
elaboradas por hechicer@s con sombrero.
Las mentiras sifilíticas son las que se
contagian por el roce que no siempre hace el cariño, se ulceran, se cuelan y
pueden hacerte perder la cabeza.
Las mentiras hipotecadas, sirven para
pagar esa terrible letra, si hay que besar, se besa, se va, se viene, se
finge, todo sea por poseer la mitad de un inmueble mientras se vive a medias.
Las mentiras religiosas son las más
complicadas, algunas se convierten en mentiras neuronales e incluso
sifilíticas, se trata de obrar conforme a la ley divina aunque no seas capaz de
sentir nada de lo que supone que haces por lo que todos suponen que se hace.
Son mentiras poderosas, porque tienen la osadía de querer pegársela al
mismísimo Dios.
Y como no, las mentiras ganadoras, son
las únicas que tuvieron el honor de ser creadas para construir, aquellas que
cuando se desenmascaran se agradecen porque evitan dolor gratuito y si se
recuerdan, es para provocar carcajadas.
Pasen y vean, funciones con
interpretaciones magistrales en la vida cotidiana, qué grandes personajes andan
sueltos deseando no ser descubiertos. Es maravilloso interpretar esas enormes o pequeñas mentiras sin saber que algún iluminado en el público te ha
descubierto, o tal vez todos y mientras tanto, tratemos de disfrutar de este
arte, porque la mentira siempre tendrá las patas muy cortas.
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