domingo, 28 de agosto de 2016

ENAMORADA DE LA BRISA









El Chef Karamelo os trae una experiencia repleta de vitamina B (Brisa):

Ese incesante tránsito de preocupaciones lisiadas que arrastran mochilas del tamaño de un elefante pueden viajar por mi cabeza sin límites de velocidad. Mis peajes sí pasan facturas porque terminan limitando las conexiones de la risa espontánea, del atrevimiento, de las ideas geniales que edifican relatos, de las cosquillas en los pezones, de la brisa de ilusiones que se funde con la que revolotea  para hacerme el amor dulcemente.
Pero estos días desde Deyá, bebo miel de atardecer en mis sentidos.
El atardecer es un beso de colores que estalla para abrir los límites del horizonte y hacerlos aún más infinitos. El atardecer es una explosión de valor con dulzura, de fuerza flexible, de pétalos de rosa embalsamados entre olas de nubes y cielo de aguas inmensas. El atardecer es el abrazo de la luz a la noche para que brille en la ausencia. El atardecer es la pincelada perfecta del artista, que enamorado, nos regala su ser mujer. El atardecer es acogida y despedida, es la puesta en escena de elementos que pertenecen a la profundidad de la mirada que capta el milagro presente y eterno. El atardecer es la música que brilla en la frecuencia justa y susurra los “te quiero” a cada oyente observador. El atardecer son elevaciones de efervescencias que se absorben por los poros de la piel para ponerla en flor.
El atardecer es dejarse ir con alas de vapores de hogar que encienden fuegos de intimidad ardiente.
El atardecer es dejar que te broten las estrellas regaladas por el Sol cuando canta la nana que acuna tu libertad, descargas de luz sobrecogen tus puntos esenciales y confluyen en la columna vertebral suspirando latidos.
El atardecer es el final apresurado de un balón lanzado a cámara lenta desde el este para hacer canasta en el oeste.
El atardecer es silencio en el alma para recibir como se merecen las sensaciones que la alimentan. 
El atardecer son estampas de vitaminas que nuestro recuerdo almacena preciosas para recargarnos cuando sea preciso.

Desde Deyá contemplo el milagro que atardece en mis entrañas para que broten los latidos que vitalizan la masculinidad que me alcanza vibrante mientras canta: “Estoy enamorado y qué bien me hace amarte…”

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