Os traigo una nueva historia, conoceréis a mi pinche: Aroma.
Animaros a pintar la escena, a comentar, decir, hablar, murmurar en este blog todo lo que este cuento os sugiera...
LA ESTATURA PERFECTA
- - Buscando
un pinche para mi cocina, me han dicho que hablara contigo, ¿Aroma te llamas, verdad?,
pero no te hagas ilusiones, mi cocina es
muy difícil de entender…
- - Dame
una oportunidad, sé que son cuentos con vitaminas.
- - ¿Has
hecho alguna vez algo parecido?
- - No,
pero puedo aprender, en serio.
- - ¿Y
qué crees que puedes aportar a una cocina tan especial?
- - La
verdad es que cuando tenía siete años me ocurrió algo, ya sabes, complicado para mí…
Era muy
chiquitita para mi edad y mis padres me llevaron al médico. El doctor dijo que
necesitaba vitamina D, comer alimentos con calcio y tomar el sol.
Mi
perro se llamaba Marfil, éramos inseparables. Sin embargo, desapareció durante
toda la tarde. Al día siguiente, cuando me desperté, lo vi desde la ventana.
Junto al árbol preferido de mi perro, sobresalía la mitad de un hueso grande enterrado. A
partir de entonces, Marfil cuidó del hueso; lo regaba y lo dejaba secar al sol. Yo no
entendía nada. Comencé a notar que las almendras y avellanas que me traía mi
abuela (muy ricas en calcio) desaparecían por arte de magia. Y un domingo
después de muchos fines de semana, salí al jardín: No me apetecía nada porque
los niños vecinos se peleaban muy a menudo, pero, necesitaba averiguar de cerca
lo que Marfil hacía con su hueso.
Y
lo vi. Junto al hueso estaban todos los frutos secos perdidos. Menudo ataque de
risa me entró .Sin embargo, gritos, piedras y ramas rotas me llovieron de pronto.
Los chicos del jardín ya habían organizado una de las suyas.
-
¡Aroma!, tu chucho nos ha robado
las gominotas que guardábamos en la
cabaña. No te hagas la mosquita muerta, seguro que eran para ti.
-
No, no sé, no creo, él no hace
esas cosas- dije mirándoles arribota, porque eran enormes.
-
Ven a comprobarlo- me dijeron.
La cabaña estaba
destrozada y en cuento entré, lo supe.
-
Ratones- dije,- son ratones.
-
¿Y por qué?
-
Lo huelo- y noté cómo me miraron
como a una pequeñaza que no tiene ni repajolera idea de nada...
El doctor dijo que
en ese mes había crecido un centímetro, no estaba mal, pero tenía que seguir
con el tratamiento, tomando aún más el sol y recibiendo besos y abrazos de todos. No quería volver a encontrarme con
la banda de gigantes mal educados, pero tenía que tomar el sol. Así fue como
desde el jardín pude observan aún mejor
los tejemaneques de Marfil: pegaba lametazos al hueso, besos, abrazos, más
frutos secos, limpieza, sol, cariños, riego…
-
Tenías razón, hemos cazado ya siete ratones- me comunicó muy serio el jefe de la banda.
Y desde entonces, cuando
pasaba algo, venían a pedirme que husmease, como si yo fuera un perro. Era bastante buena: descubrí
como un par de mofetas visitaban su
cabaña, mi olfato no fallaba. Hasta comencé a usarlo en la cocina con mamá y
así me volvieron poco a poco las ganas de comer, con la canela, el perejil, la
albahaca, vainilla, chocolates raros…todo olía delicioso.
Pasaron los meses y
una mañana, Marfil entró contento a despertarme. Movía el rabo y daba saltitos.
Mordió la manga de mi pijama y me llevó corriendo al jardín. Y me di de bruces
con aquello.
“¿Cómo?
¿Cócocomooo podía ser que el hueso hubiera crecido?”, me dije. Marfil no paraba
de saltar. La idea no se me iba de la cabeza, ¿para qué podría servir aquel
palo en medio del jardín? Y siguió
creciendo durante todo el año, después se estancó.
Entonces
lo supe, era un mástil perfecto, el
mástil que sujetaría la bandera de la paz de nuestro jardín. Seguí husmeando por aquí y por allá mientras
jugaba con los chicos, y las pocas peleas que había, terminaban junto a la
bandera que nuestro querido hueso sujetaba con orgullo.
¡Ah! También
continué creciendo hasta que un día dejé de hacerlo. Como el hueso de Marfil
conseguí la altura perfecta. La mía, genial.
- - Me
has convencido, Aroma, quiero que seas mi pinche, tú sí que sabes de olores.
- - Será
un placer, Chef Karamelo Von Appetite.
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